“La democracia es un sistema en el cual los partidos pierden elecciones. (...) Hay, periódicamente, ganadores y perdedores”. Esta definición del politólogo polaco Adam Przeworski (citado por su par argentino Guillermo O’Donnell en Disonancias: críticas democráticas a la democracia) enfoca nuestro sistema de Gobierno desde la óptica electoral. Con ese abordaje, le impone tres requisitos. Hay democracia cuando las elecciones son repetibles (garantía de que los cargos de gobierno se cubren y se renuevan); cuando lo que el pueblo decid e en cada votación es irreversible (garantía de que nadie desconocerá lo expresado de las urnas); y cuando, antes de los comicios, el resultado se caracteriza por la incertidumbre (garantía de que, en verdad, quien elige es el ciudadano).
Aunque la definición de Przeworski es minimalista (se centra en comicios), incuba para Tucumán una de las mejores noticias del año recién parido: 2015 trae bajo el brazo la más pura incertidumbre respecto de la renovación de los cargos provinciales. Nada más democrático que la certeza ciudadana de que no hay resultado cantado al cual resignarse sin importar lo que se vote; y que, por tanto, cada sufragio es infinitamente crucial.
El último sondeo de opinión incontestable es la elección pasada: 43% del padrón para el peronismo (hoy dividido entre alperovichismo y amayismo), 33% para el radicalismo (suficiente para vencer al PJ fracturado), 10% para Fuerza Republicana (otra vez, árbitro estratégico).
Si bien esa “encuesta” tiene más de un año, su vigencia es ahora ratificada por el oficialismo. El alperovichismo acaba de ofrecerle al amayismo que, para la renovación de las autoridades del PJ, se repita el binomio Beatriz Rojkés presidenta - Domingo Amaya vice.
La “foto”
El multiministro Jorge Gassenbauer llevó la propuesta al jefe municipal en los últimos días de 2014. Cuando el contenido del ofrecimiento trascendió desde el corazón del Ejecutivo, la indignación del binomio Juan Manzur - Osvaldo Jaldo se equiparó a todas las bombas de estruendo estallando el jueves.
Las afiebradas explicaciones internas sostienen que es un “abrazo de oso”. Si Amaya valida la conducción del PJ al integrarla, debe respetar la fórmula que el PJ proclame. Pero al ministro de Salud nacional y al ministro del Interior local les sonó a “relato”. Sus interlocutores prometen que en la “foto” del oficialismo que viene, no habrá lugar para “los” Gassenbauer.
Las “razones”
Del lado municipal, aseguran que Amaya no dijo “no”. Es decir, dio un “sí” condicionado.
No dijo “sí” del todo -argumentan- porque falta discutir lugares en el consejo y el congreso del PJ en la eventual lista de unidad. Léase, hay que ver qué pasa en los próximos dos meses. También es cierto que el “Colorado” no dijo “no” por un par de razones reales.
La primera: la oferta alperovichista permite al amayismo seguir en el PJ sin una elección interna que difícilmente podría ganar. La esposa del ex legislador radical José Alperovich preside ese partido tras ganarle en 2007 al entonces vicegobernador, apellidado como los dos últimos históricos mandatarios del peronismo: Fernando Juri Riera. No es cuestión de justicialismo, sino de aparatos. A la vez, en el “sí” condicionado de Amaya se ve a un precandidato que no descarta pelear la gobernación por sí solo, pero que, si se dan razonables condiciones, preferiría hacerlo acompañado.
La segunda razón, aunque obvia, es sustancial. No se dijo “no” porque el alperovichismo y el amayismo se han sentado a dialogar. Casa de Gobierno dio el primer paso. Todo un gesto. La intendencia no se negó. Todo una respuesta.
¿Qué puede pasar después? Sólo hay democrática incertidumbre. En el Gabinete amayista, el secretario político Germán Alfaro es el “padre” de las confrontaciones con el alperovichismo, luego de las cuales Amaya terminó el año a la cabeza de las encuestas. A la par, el gravitante abogado Roberto Toledo le ha acercado al intendente figuras de mucho peso del sector privado, y una síntesis: cuánto más lejos del alperovichismo, mejor se crece. Como contrapeso, el influyente ex secretario general de la Gobernación, Antonio Jalil, es uno de los hombres próximos a Amaya que más insiste con unir fuerzas con la Casa de Gobierno, so pena de perderla a manos de la UCR.
Tampoco del lado alperovichista se sabe si la “lista conjunta” del PJ trascenderá, o si será unidad para hoy, quiebre para mañana.
La “postergación”
El 31 de diciembre a la tarde había “compañeros” pegando los afiches de “Manzur 2015 Jaldo”, sólo para ratificar lo que cada vez más oficialistas de primera línea reiteran: la fórmula ya está. En la Legislatura sostienen que a Amaya a lo sumo le ofrecerán una banca nacional. Y como Alperovich ya dijo que “le gustaría” ser senador, sólo puede ser una diputación. Eso, en la Municipalidad, sonaría a insulto.
Es claro, entonces, que nadie sino Alperovich tiene al binomio Manzur - Jaldo en entredicho, pues no lo presenta oficialmente. Y hoy, el compuesto volátil de esa fórmula es el vicegobernador de la eterna licencia. De hecho, en las encuestas de la intendencia, la yunta más rendidora se forma con Jaldo. Se ve que los actos diarios en el interior sí funcionan.
Pero el drama manzurista no pasa por los sondeos de opinión. Lo terrible para sus intereses políticos fue que concluyera 2014 sin que la Cámara Federal de Apelaciones confirmara su sobreseimiento en la causa por presunto enriquecimiento ilícito. Cerca de él afirman que sólo es cuestión de tiempo, pero la postergación ha habilitado toda una intriga palaciega de fin de año. ¿Y si la Justicia Federal falla al revés de lo que Manzur espera y troncha sus aspiraciones? Para la oposición, hacer campaña contra un oficialista con semejante causa abierta sería como tener doble Navidad.
Esa cuenta judicial pendiente es una razón pública para que Alperovich siga sin anunciar al binomio que está en la calle desde hace medio año. Pero hay más que eso. Si no se sabe qué pasará con la fórmula ni con Amaya, y ni siquiera con la esposa del mandatario, es porque quien realmente lo ignora es el gobernador. Lo cual es complicado de explicar, pero fácil de entender en el peronismo. La prueba son los síntomas de anarquía que al oficialismo le están brotando aquí, allá y en todas partes.
El “desorden”
El caso de desorden más reciente es el de Las Talitas. Al intendente Luis Morghenstein ni su cuñado le responde. Carlos Nájar, presidente del Concejo Deliberante, redujo drásticamente los montos para contrataciones directas del jefe municipal, en nombre de una transparencia que los ediles opositores nunca le oyeron mencionar. El fratricidio feudal es otra muestra de que el peronismo no está “alineado”. Alperovich conducción hoy es sólo una pintada.
El hecho paradigmático es el planteo judicial del legislador José “Gallito” Gutiérrez. Pretende que es inconstitucional que la Carta Magna de 2006 limite las reelecciones de los legisladores. Que él haya sido constituyente y haya avalado ese tope debe ser un detalle menor... Cuando la Justicia corrió traslado de la demanda, el Poder Ejecutivo defenestró lo invocado por el ex comisionado de Garmendia. Pero a Gutiérrez, que ha votado todo cuanto al mandatario se le ha antojado, esta vez no le importó y siguió adelante. Es más, en la Legislatura apuestan que si no hubiera recibido el guiño de un juez supremo, “Gallito” no se hubiera hecho el gallo...
Ese expediente es la gran incógnita política para este año de parte de la Justicia provincial, que a través de la Junta Electoral Provincial hoy incomoda a la farsa de partidos provinciales con que el oficialismo quiere reeditar la kermes de “acoples” de 2011. Es que no son fuerzas políticas sino falsedades en carpetas. Comparten, de hasta 30, un apoderado y un domicilio. Ni hablar de los afiliados que nunca se afiliaron. Como la vigencia de esa estafa de agrupaciones fue prorrogada por la ley, la Junta los emplaza para que cesen en las irregularidades.
La lectura del alperovichismo, claro está, es otra. O la Corte está ajustando cuentas en el fin de ciclo y sacude los “acoples” en beneficio de la UCR; o prepara una compensación, por ejemplo, para admitir el planteo de “Gallito”. Para el maniqueísmo oficial, si hay luz verde para la reelección sin tope de los legisladores, será un guiño a favor de Manzur (los parlamentarios son “su tropa”). Si no es así -razonan-, será otro saludo para el radical José Cano, el opositor que puede ser gobernador.
La “externa”
Pero en la granja radical también hay desasosiego. Eso sí, esta vez no es por las internas. Claro que en el centenario partido siempre las habrá (la disputa por la candidatura a intendente de la capital entre el diputado Luis Sacca y la senadora Silvia Elías ya saca chispas), pero no menos cierto es que la UCR presenta un panorama inédito: acordó un único candidato a gobernador. La angustia de varios de los referentes radicales, entonces, pasa por un asunto algo más “externo”: preguntarse si 2014 no ha sido desperdiciado.
Era el año para anular, con alianzas, la brecha de 100.000 votos con que Manzur-Jaldo ganaron en 2013. Sin embargo, todo pasó por el acercamiento con Sergio Massa. Lo del tigrense eventualmente le rendirá frutos a Cano si también quiere disputar una banca senatorial, pero de poco servirá a los que, en elecciones provinciales separadas de las nacionales, deben disputar los cargos locales. Ni hablar si, como temen algunos encumbrados “correligionarios”, el massismo impone un compañero de fórmula que nada sume en la disputa por la gobernación.
Aún así, las chances de que Cano gobierne son pavorosamente reales para el oficialismo. El contacto entre alperovichistas y amayistas lo testimonia.
Reina la incertidumbre. Hay democracia. Mayor calidad democrática, en cambio, es lo que falta. Porque la democracia es, respecto de las elecciones, repetibilidad, irreversibilidad e incertidumbre. Pero es mucho más también.